Presencia Literaria

Ha de fluir el verbo en la corriente del extenuado cuerpo que, al final de las vidas, siempre se abre hacia el mar: Sus olas de amor estremecidas

viernes, septiembre 29, 2006

NUEVO LIBRO DE JUANY ROJAS

LOS QUEHACERES DESLUMBRADOS DE JUANY ROJAS


Ana María Vieira
Septiembre, 2006




Me niego/a pervertir mis pechos/amamantar/rutinas secas, nos dice Juany Rojas en el epígrafe de su libro “Quehaceres”, galardonado con mención honrosa en el prestigioso concurso literario “Stella Corvalán”, año 2004. Ya desde esta breve frase introductoria la autora nos advierte de su rebeldía ante la posibilidad de convertir su vida en una serie de actos rutinarios, carentes de significado, ejecutados con la indiferencia y el automatismo tan propio de esta época en que la prisa, lo fugaz, el vértigo de imágenes que a diario nos golpea, parecieran despojar de sentido a los quehaceres más elementales del ser humano, haciendo así, poco a poco, desaparecer nuestros sueños. Esta temprana constatación nos lleva a abrir una primera línea de reflexión sobre su poética.
Revelación del sentido
Juany Rojas pareciera de alguna manera adherir –no sabemos si con plena conciencia o coincidentemente- a lo que Henry Miller una vez declaró con convicción: “Sé esto: que yo no haré nada por el sólo hecho de hacerlo, no me mostraré activo por el sólo hecho de desplegar actividad” Traduzco en código femenino, que tal es el código de esta poesía: no pervertiré mis pechos, no amamantaré rutinas secas. Y la poeta cumple su determinación. No alimentará aquello que no sea a la vez nutriente para la vida.
En efecto, las rutinas que la autora nos invita a conocer en este libro pueden serlo todo, menos secas. Son quehaceres fructíferos, actos maravillados –por muy simples o pequeños que parezcan- en los que palpita la vida y el desplazamiento pleno de libertad por las dimensiones de un tiempo pasado (que es añoranza, historia, biografía), presente (con su realidad ineludible) y futuro (con sus inquietantes incógnitas y aquella, su única certeza: la muerte).
Se trata de un “NO” rotundo a la indiferencia, que alguien calificó como “la mitad de la muerte”. Se trata de develar lo refulgente de cada momento de la vida, de cada sentimiento, de cada objeto: algo de lo que es capaz sólo quien logra tener la visión de reconocer esa dimensión de las cosas. En fin, se trata de redescubrir, en lo cotidiano, aquello que se asemeja a nuestra propia alma, reflejo de la interioridad del poeta. Desde allí, desde este punto de encuentro, que es también punto de partida, la autora se sumerge en un universo de pequeñas faenas domésticas, hurga en ellas, las inunda con una mirada nueva como quien busca en el fondo de un pozo, para extraer de allí toda la belleza y el sentido profundo y trascendente que contienen. Y las lanza al mundo.
No es tarea fácil. ¿Cómo lo hace? Una vez cosechados los frutos (objetos, actos), logra, a través de una suerte de malabarismo poético, llevar a cabo una extrapolación de carácter filosófico y metafísico y establecer conexiones, paralelos, semejanzas que dan cuenta de una mirada inteligente y reflexiva.
Porque así obra la poesía. Recordemos las palabras de Shelley: la poesía despierta y ensancha el espíritu por el sólo hecho de convertirlo en receptáculo de mil combinaciones de pensamiento, antes no percibidas. La poesía levanta el velo de la oculta hermosura del mundo y transforma los objetos familiares.
Al leer el poema de Juany Rojas “Apagar la luz”, sabemos, porque ella lo dice, que con un soplo o un suave presionar la poeta adormece los objetos. De igual forma, creo que ella, con el soplo de su palabra y el suave presionar de su inteligencia, hace también brotar la luz de los objetos.
Y a nosotros, afortunados lectores, entonces nos es dado asomarnos gozosamente a este nuevo mundo poético. Y el reconocimiento de lo que allí encontramos, nos lleva hacia un segundo ámbito de análisis de esta voz poética:

Escritura desde la mujer
Fina escritura es ésta para cantar lo profundo de aquellos oficios cotidianos tan propios de mujer: hacer el fuego, lavar, planchar, amasar, coser, zurcir, tejer, cocinar, ordenar la casa, amamantar, vitrinear. Y qué valor se precisa para asumir sin tapujos ni pudores una escritura “desde la mujer”, sin temor a ser objeto de burla o estigmatizada como poesía trivial o poco trascendente. Podría alguien -con aguda miopía- decir: “sólo son cosas de mujer”. Y sí. Son cosas de mujer que la sensibilidad poética de la autora ha llevado a aquel plano de profundo significado que señalábamos anteriormente .Un ejemplo: en el poema “Almidones” (¿alguien se imagina a un varón ejecutando el acto de almidonar?) la poeta nos lleva en forma sutil desde un acto antiguo y simple, ya casi extinguido, hasta una nueva recreación en que el acto se expande con nuevas connotaciones:
el nuevo arte de almidonarlo todo
de maquillar
estirar los cuerpos
disfrazar la vida
como si las huellas
de la risa
los duelos
partos y fracasos
fueran un estigma ajeno a los hombres…

O como en el poema La Cama:
mi cama/hacerla/para deshacerla/como la vida.

Y hay otros quehaceres:
Limpiar el vaho del espejo
resplandecer en la anchura de sus brazos

Y cuando nos cuenta sobre el amasar el pan, no es sólo eso, es la familia, la hija, la madre, el aprendizaje que se trasmite “desde el horno a la mesa/y desde una mujer a otra mujer”
Quehaceres femeninos éstos que, no por ello, pueden ser desvalorizados en tanto objeto y tema literario. La autora corre ese riesgo y hace oír su voz con veracidad, enalteciendo así modestas labores tan familiares y cercanas a nuestra condición de mujer.

Es posible descubrir muchas otras riquezas en esta poesía. Su entrañable identificación con la naturaleza queda de manifiesto en diversos poemas: Sembrar, Des-amparo, Podar, Ciclo, Uvas, Erotizar el jardín, Orégano y albahaca, etc. en los cuales hay una especie de simbiosis de lo natural con la condición humana. Así, por ejemplo “amigar” es sembrar el trigo/que en el tiempo/es tallo coronado de generosa espiga. Así también la fragilidad del árbol es la misma fragilidad de cada uno.
No está ajena esta poesía al tema de la muerte, ya sea desde las ventanas de un tren en el poema Viajar o notablemente abordado en el poema Pasar: últimamente/aturdida en pasajes bíblicos/golpeada de muertes/divago en este pasar tan breve/Sin armas/me dejo barrer/como todo/por el mismo viento. En el poema Cementerios, la poeta llega al fin, a pesar de sus reticencias, (pensé que la muerte era una puerta/sólo para la ausencia) a amigarse con la muerte.
Se hace necesario destacar, en este breve comentario, lo depurado de un lenguaje sin rebuscamientos, pleno de verdad, escritura que sin perder su sencillez, recurre a imágenes de gran belleza y originalidad. Así el acto de hacer el fuego equivale a anaranjar el calor, jugar con la hija es convertirse en ámbar que perfuma y amarilla y plantar un plumbago es erotizar el jardín. Y en el poema “Lavaza” parodiando a Rojas, preguntamos ¿qué es lo que lava Juany cuando lava? Y así nos responde: un vestido de sonrisa azul, un sostén con el deseo en el encaje.

Juany Rojas, te damos las gracias por este regalo poético y te pedimos, con tus propias palabras que persistas siempre en tu “obstinación por embellecer lo cotidiano”.

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